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EMPALABRAR EL SILENCIO

Hace unos días, una amiga me preguntó: ¿Cómo empalabras tus silencios? Me impactó la cuestión y la hemos ido profundizando, compartiendo…

¿Cómo empalabrar nuestros silencios? 

Me vino a la mente la ocasión en que Jesús les dijo a unos tres compañeros: “Rema mar adentro”. Un mar adentro da miedo por ser un lugar donde no podemos calcular nada, no tenemos el control, todo es sorpresa. Las cosas se ven diferentes y sólo se vislumbra. Al empalabrar surge una nueva luz, una nueva realidad. Se deshacen conceptos ocultos y fijaciones del pasado que nos colocan en el asombro de la vida nueva, distinta. 

Todas las religiones tienden a la fijación del mensaje y de dogmas. La fijación de leyes da garantía existencial y nos dirigimos a “las costumbres”, así lo hemos hecho y dicho, en eso nos mantenemos seguras y caemos en la “repetición”. 

En la religión y sistema de Vida Religiosa, resulta muy difícil sentirnos con la facultad moral de “empalabrar” la fe, las constituciones, la comunidad-relaciones, prácticas y formas. El empalabramiento va surgiendo desde una profunda oración-experiencia, con el corazón en búsqueda siempre del Amado (Cantar 6,1). La experiencia amorosa da a luz la expresión nueva y la palabra nueva. 

Para empalabrar tiene que haber calidad de silencio. Mirando a Jesús, vemos y sentimos sus silencios ante su Padre, con sus enemigos religiosos y civiles, ante el pueblo, ante el Templo y ante sí mismo… Pero Él empalabró sus silencios desde su profundidad amorosa, como Evangelio (buena noticia), con pasión por el Reinado del Padre, como gestos en mesa común como siervo humilde… Así se convirtió en piedra angular, se convirtió en Palabra. Logró empalabrar su experiencia de Dios para los demás. 

De un silencio profundo, atrevido, luminoso nos surgen palabras profundas y luminosas. Por eso hay que cuidar tanto el silencio como las palabras. Recordamos a Jorge Luis Borges: “No hables a menos que puedas mejorar el silencio”.

Xiomara Mederos Bode, ODN

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