“Madre, madre, sabes quién soy yo?” Me pregunta siempre un pequeño llamado Jesús que tiene 5 años. “Verdad que vienes porque me quieres?” Me abraza, me toma de la mano y me dice: “Tú serás mi amiga para siempre”.
Son palabras que resuenan en nuestro corazón y se convierten en llamada en nuestro andar cotidiano y en nuestras búsquedas, sabemos que debemos salir al encuentro de lo nuevo y agradecer al Señor la oportunidad de seguir escuchando sus llamadas:
* A convertirnos en agua para el sediento
* En risa para el que llora
* En compañía para el que está solo
* En brisa para el que está cansado
* En techo para el que vaga
* En cura para el enfermo
Nos pides ser luz para el ciego y palabra para el mudo. Nos invitas a correr nuevos riesgos, además de lo establecido, de todo lo que conocíamos y nos daba seguridad, a salir de nosotras mismas para el encuentro con el otro y a descubrirte allí en lo nuevo.
Como comunidad vamos adentrándonos en esta hermosa experiencia que nos mueve internamente a gustar y aprender a situarnos en otras presencias con otros y otras, aportando nuestro ser de educadoras.