Felices los perseguidos por causa de la justicia

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Felices los perseguidos por causa de la justicia

Estamos concluyendo una semana caracterizada por un clima de tensión e incertidumbre generado por el asesinato de los dos sacerdotes jesuitas, misioneros de la sierra Tarahumara, apasionados silenciosos por el Reino de Dios y su justicia. 

Se trata del P. Joaquín Mora y el P. Javier Campos, el Gallo, ambos de la Compañía de Jesús. 

Los innumerables testimonios que han circulado en estos días por las redes sociales provenientes, tanto de sus hermanos jesuitas, como de sus amigos, los describen de manera envidiable, como dos vidas familiarizadas e identificadas con los usos y costumbres, con el modo de vida de la comunidad de los rarámuris; todos, de una manera o de otra, coinciden en que era su modo habitual de seguir a Jesús en, desde y con los

descartados, con los “nadie” situados en la zona Tarahumara; la opción radical de nuestros hermanos jesuitas es una Buena Noticia, un testimonio que convoca e inspira. 

Una de estas narrativas cuenta que conocían la región “como a la palma de su mano”, así intentan expresar que amaban a la gente como los ama Jesús, que estaban en el corazón de las personas, de sus sufrimiento y de su historia personal y colectiva. 

Ahora, el mundo conoce mucho más sobre Joaquín y Javier, este terrible acontecimiento ha servido también para conocer más sobre la misión de los jesuitas, sus comunidades y sobre el olvido en el que viven nuestros hermanos rarámuris.

Impresionante ha sido la sensibilidad y solidaridad que se ha suscitado a lo largo y ancho de nuestro país, del continente y del mundo, desde muy diferentes espacios y muy diversos actores: universidades, parroquias, iglesias, organismos, grupos, los obispos… que finalmente con valentía y audacia han levantado su voz denunciando estos tristes e indignantes acontecimientos que se suman a las cifras de miedo y terror en nuestro país, donde día con día, nuestro territorio se sigue manchando de sangre y dolor con los miles de asesinatos y desapariciones. 

Ojalá que el despertar de esta conciencia colectiva generada por tanta indignación sea el origen de un nuevo amanecer, de una sociedad solidaria donde haya igualdad, justicia y paz, libre de violencia. 

Hoy más que nunca necesitamos gobiernos responsables, los mexicanos esperamos de manera inmediata una respuesta inteligente y a la altura de las circunstancias por parte de los diferentes niveles gubernamentales. Pero nosotras como educadoras ¿Cómo nos implicamos? ¿Qué debemos hacer? ¿Qué queremos hacer? ¿Qué estamos dispuestas a hacer para conseguir una sociedad con justicia y con paz?

Ma. de Jesús Zamarripa Guardado, odn