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colaboración con los migrantes

Con gusto quiero compartir mi pequeña experiencia; porque en realidad llevo poco tiempo, pero suficiente para experimentar y vivir muy de cerca la realidad de la población inmigrante, tan abundante en nuestra sociedad y, al mismo tiempo, tan ignorada por las instancias oficiales y, me atrevería a decir, por la población en general.

Desde mi regreso de Cuba a la Ciudad de México he vivido en búsqueda con el deseo de aportar mis talentos y posibilidades a sectores de la población que viven en situación de vulnerabilidad. Me he encontrado con la posibilidad de colaborar como voluntaria en CAFEMIN, centro de acogida a migrantes, donde llegan y se atienden entre trescientas y seiscientas personas cada día. Se les proporciona desayuno, comida, cena y merienda, especialmente a los niños. Todos estos servicios, orientados a dar respuesta a sus necesidades, se llevan a cabo por un equipo coordinado por una señora y formado por laicos/as y religiosas, con la colaboración de los mismos migrantes.

En este lugar, experimento como realidad el deseo que plasmamos en nuestros documentos: la colaboración con otros y otras en complementariedad, aportando cada cual su carisma. Aquí se hace real la intercongregacionalidad y la unión de laicos y diversas culturas. Intentamos cada una poner lo mejor de nosotras mismas para dar respuesta a esta población que llega con multitud de problemas y con necesidad de encontrar el mínimo calor de hogar. Son muchas las historias que nos llegan cada día, así como muchas las heridas que esta gente trae, sobre todo las mujeres y los niños, que sufren las consecuencias del desarraigo y del vivir a la intemperie, con muchas carencias; puesto que no tienen cubiertas ni las necesidades básicas de alimentación e higiene. El desafío fundamental es la inseguridad por lo incierto de su futuro. En todo esto se experimenta el rostro de Jesús pobre, con los últimos, con los que viven constantemente en situación de frontera.

Agradezco al Señor porque la relación con los límites del ser humano me va haciendo cada vez más sensible a estas realidades y me ayuda a acoger y reconocer mis propias limitaciones y vulnerabilidades y las de las demás. Como también recogemos en nuestros documentos, nos necesitamos para seguir juntos y juntas poniendo nuestro granito de arena en la construcción de un mundo más humano y más justo. Me conmueve el escuchar sus historias y experiencias vividas desde la salida de sus lugares de origen y los largos recorridos y pasos por países y culturas diferentes. Me pregunto: ¿cuál será la marca que deja esta experiencia en los niños y niñas? Sus caritas inocentes reflejan a veces tristeza y cansancio, además de necesidad de cariño y cercanía, lo cual intentamos brindarles aquí. El Centro, además de estos servicios básicos, ofrece atención médica, asesoría jurídica y psicológica, trabajo social, manualidades, panadería y apoyo escolar a niños/as y adolescentes. Toda esta labor es impulsada por hermanas: Auxiliadoras, Misioneras Franciscanas de María Josefinas y Combonianas; también se hace presente algún voluntario/a temporal, por ejemplo, de los jesuitas. Todos los días hay novedades que comparto en la comunidad y que tenemos presentes en nuestra oración. El tiempo que dedico son los martes, miércoles y jueves desde la mañana temprano hasta las 5:00 de la tarde. Esta es mi realidad en este momento; la comparto con mucho gusto con todas ustedes.

María de la Luz, ODN

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