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Con mucho cariño desde Valladolid, España

Queridas hermanas.

Hago llegar mi saludo, abrazo y en él mi cariño a cada una.

Con el deseo de seguir compartiendo la vida en esta Compañía cada vez más universal, hago llegar estas palabras que intentan ser la expresión del paso de Dios por mi vida en este tiempo y en este país, en una comunidad diversa.

“Solo si se ama la propia tierra se puede amar a otros”. Una expresión que se ha ido llenando de signicado en mi vida en este tiempo; descubrir su entraña y hacerla mía también está siendo parte de este crecimiento personal en comunidad, donde convivimos once hermanas: dos vietnamitas, tres congoleñas,
cuatro españolas y yo (mexicana).

Dios, que habita nuestra tierra y la fecunda, sigue siendo el fiel en mi vida y entrega, abriendo cauce por donde menos me lo espero, y como Juana de Lestonnac, mi vida sigue “comprendiendo” la acción terca de este Dios que apuesta por lo frágil, pequeño y periférico de la vida y de la historia, convicción que, como antes mencioné, me hace amar en su sentido pleno mi propia tierra, con todo lo que ello supone.

En diferentes momentos hemos conocido la misión de la Compañía en España y a las comunidades de enfermería del país, ocasión para poner rostro a personas y comunidades sólo conocidas de oídas.

He podido encontrar a través de cada hermana y su entrega la huella de Dios en su vida. También he sentido con ellas la alegría por lo diferente y
por conocer las diversas realidades de nuestros países.

Éstas y otras muchas experiencias he vivido y, en todas ellas, la compañía y cercanía del buen Dios sosteniendo mi vida. Hago llegar mi
agradecimiento por las oraciones y la cercanía de cada una a través de sus saludos. Y me sigo encomendando a ellas para que siga dejando a
Dios ser en mi vida.

Llegás, alumbrando mis rincones oscuros, por el miedo y la inseguridad, prometiendo horizonte; abriendo con fuerza el camino hacia el futuro…

Porque Sos la vida que imperceptible te asomas pujante; señalando el cómo en la sencillez y transparente humanidad compartida en mis hermanas, más que en las perfecciones maquilladas y superfluas que condenan y que matan.

Y a través de esa humanidad llegás provocando verdadera alegría cotidiana…

Con profundo cariño, Arendy Ramírez Morales, odn.

Valladolid España
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