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Mi experiencia en Cuba

Las obras de Dios se hacen con tiempo, peso y medida. Santa Juana de Lestonnac

Llegué a Cuba en el mes de abril del 2021, después de 9 meses de espera; fue un tiempo largo debido a la pandemia y a que no me daban la visa. A mi llegada, fui muy bien acogida por las hermanas Claudia y Maite, que me esperaban desde hacía mucho tiempo. Fuimos poco a poco conociéndonos e integrándonos, y actualmente creo que somos una comunidad unida y juntas nos ayudamos y complementamos en la misión.   

Estoy colaborando con los jesuitas en la dirección del “Centro Loyola Sagrado Corazón de Jesús”, en la localidad del Diezmero.  Dicho centro ofrece a la comunidad de ese lugar refuerzo escolar para niños de 1º a 6º grado de primaria; artes plásticas, computación e inglés a alumnos de 6º de primaria a 8º; y hay un espacio de Biblioteca. Se brindan talleres de tejido crochet, bordado y corte y costura para mujeres. Los domingos estoy apoyando en la catequesis de la capilla, que es también de los jesuitas.

En este proyecto también colabora Claudia en Monitoreo y Evaluación; Maite estuvo apoyando con clases de artes plásticas y recientemente participa en el equipo directivo. También hay un comedor para 25 abuelos que es llevado por Maite dos días a la semana; se les brinda un desayuno y atención psicológica. A algunos, ya por la edad, se les lleva el desayuno a casa.

El Diezmero es una de las comunidades con mayor grado de vulnerabilidad social de La Habana; se caracteriza por el alto índice de delincuencia, robo, bajo nivel educacional y cultural, una infraestructura habitacional en mal estado y un alto predominio de asentamientos improvisados e ilegales llamados “llega y pon”, de familias provenientes de las zonas orientales del país que migran a zonas periféricas de La Habana y construyen casas con materiales frágiles como cartones y láminas de zinc.

La migración interna hacia esta zona es muy frecuente. Son personas en situación de irregularidad que, por no tener legalidad en el territorio, no pueden disfrutar del acceso a la escuela de los niños, niñas y adolescentes que traen a su cuidado, ni de un trabajo digno o estable por su condición de indocumentados.  De esas familias provienen muchos de nuestros niños.

La vida se complica cada vez más; nosotras, como todas las personas, hacemos fila para comprar los alimentos que están muy escasos y a veces estamos todo el día sin conseguir nada. Actualmente se está viviendo una migración masiva; la gente está saliendo de Cuba debido a las pocas oportunidades de trabajo y alimentación. Esta situación agrava las condiciones de vida de las familias que viven un alto grado de vulnerabilidad.

Con el mejor esfuerzo y cariño las hermanas y los colaboradores tratamos de inculcar en los niños y jóvenes los valores a través de una educación integral, desde la escucha y desde una mirada acogedora, compasiva e inclusiva; pero, sobre todo, intentamos que se sientan queridos. Estamos siempre en esa búsqueda de un bien mayor para este sector tan vulnerable y ayudarles a cambiar su forma de actuar, que ellos mismos sean agentes de cambio y transformen sus familias y entornos.

Los cubanos son personas entrañables, acogedoras, cariñosas, cercanas; eso me hace descubrir la presencia del Señor en cada persona y en cada acontecimiento. Me he sentido movida por una gran fuerza espiritual a poner en práctica el amor, la amistad, la entereza, la esperanza en Dios y el deseo de darme radicalmente.

La vida religiosa en Cuba es un testimonio de ser Iglesia en salida, de ayuda, fraternidad, amistad, de solidaridad al compartir lo que se tiene. Toda esta situación me ayuda a ser más compasiva, a vivir con más profundidad, a vivir desde la gratuidad.

Es muy fuerte la realidad, duele ver el sufrimiento de tanta gente que no cuenta con lo elemental para vivir  (alimentación, medicamentos…) y aun así te comparten lo que tienen. Eso te toca todo tu ser, las emociones, los sentimientos… Ante lo que vive el pueblo cubano simplemente nos toca  escuchar a las personas, acompañarlas, estar; eso les alivia grandemente, así nos lo expresan ellos.

Sigamos unidos en la oración.

Alicia Hernández Herrera, ODN

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