Empatizar con el otro y su situación (ponerse en los zapatos del otro), abre la percepción y sensibiliza.
El 30 de noviembre la Escuela Helen Keller organizó una “Cena a ciegas” con dos finalidades principales: acercar a los participantes de manera vivencial a la realidad de discapacidad visual y procurar recursos monetarios para la escuela.
Es un ejercicio interesante, se procura que se experimente la grandeza del ser humano dotado por el Señor de tantos dones y capacidades y, al mismo tiempo, la posibilidad que tiene la persona de, ante una situación de pérdida (en este caso la vista), adaptarse y seguir educándose, vivir, disfrutar, aportar, trabajar.
Durante la actividad, cada comensal porta un antifaz que le impide ver. Las mesas están integradas por diez personas y son guiadas por uno o dos “monitores” que les dan confianza, describen y conducen. Estos los animan a cenar usando las mismas técnicas que les enseñamos a los niños para que logren comer adecuadamente.
Durante este tiempo, hay niños Helen Keller que visitan las mesas y platican con los integrantes. Y, discretamente, se va manteniendo la motivación usando el micrófono.
Los monitores son personal de la escuela, voluntarios, prestadores de servicio y antiguas maestras. Estos conducen al baño o atienden alguna otra necesidad de los participantes. Antes de la cena, se hace un ejercicio de tomar alimento a ciegas a quien no ha tenido la experiencia, se comenta con ellos la dinámica que se llevará a cabo y se les da un documento guía. Una de las maestras ofrece una pequeña capacitación a los meseros para que puedan servir con mayor asertividad.